CULTURAS MILENARIAS Y SOLSTICIOS.


Herbert Oré Belsuzarri 33°
 CULTURAS MILENARIAS Y SOLSTICIOS.
Herbert Oré B.

En masonería cuando se habla de solsticios, dependiendo del rito cobra importancia el solsticio de invierno o el de verano, pero ambos a la vez están unidos indisolublemente y son parte de la estructura simbólica asociada a la tradición iniciática. Las dos fiestas solsticiales son las más importantes que celebra la masonería, son los solsticios de verano y de invierno, al mediodía y a la medianoche y corresponde a los signos de Cáncer y Capricornio.

Los platónicos, iniciados griegos llamaban a estos dos puntos del tiempo: Puerta de los Hombres (verano) y Puerta de Los Dioses (invierno). La tradición hindú los identificaba como el Pitr-Loka y el Deva-Loka. Posteriormente los romanos lo relacionaron con los dos perfiles del dios Jano y los cristianos a su vez con los dos juanes (bautista y evangelista) de la tradición cristiana.

Decían que por la primera de las puertas salían las almas de los no iniciados que después de la muerte habrían de retornar a otro estado de manifestación y que, por la segunda, las de los que, gracias a la muerte y al proceso iniciático, habían conocido los estados múltiples del ser y las diversas dimensiones del tiempo y el espacio: logrando de este modo realizar el retorno a la Unidad, donde se recuperaba la inmovilidad del proceso en constante movimiento.

En el Oriente Medio y Europa la puerta de los dioses estaba asociado al nacimiento de los dioses, así en estas tradiciones ellos nacían en diciembre (capricornio) y que corresponde al solsticio de invierno en ambos casos por estar ubicados en el hemisferio norte, ya que en el hemisferio sur es verano.

En diciembre nace Mitra del Irán, el Huitzilopochtli azteca y el Shiva hindú, también Jesús, Horus, Osiris, Krishna, Zaratustra, Buda, Hércules, Dionisio, Tammuz, Adonis, Hermes, Baco, Prometeo y otros.

En el caso del dios Inti (Sol) de los incas, cultura que se ubica en el hemisferio sur, el dios nace en junio (cáncer) y en esta fecha en este hemisferio se tiene el invierno y se festeja una importante fiesta que corresponde a uno de los cuatro Raymis que son festejados en los dos solsticios y los dos equinoccios. En este caso la fiesta se llama el Inti Raymi. Se preguntarán entonces ¿Qué festejan los incas en diciembre? Festejan el Qapac Raymi que es la fiesta de graduación guerrera de los nobles y jóvenes incas.

En el solsticio de invierno (diciembre), los romanos, celebraban las fiestas religiosas en honor a Saturno, dios de la agricultura. Popularmente, estas fiestas eran conocidas como saturnales y duraban una semana. Después de las ceremonias y banquetes del primer día se intercambiaba visitas y regalos, posiblemente este sea el origen de las costumbres navideñas actuales. En estas fechas, los romanos acostumbraban a conceder a los esclavos libertades poco corrientes, como la de ocupar la cabecera de la mesa para ser servidos por sus amos, aspecto que tal vez fue recogido por la masonería y de allí la práctica de atender al iniciado en su fiesta de iniciación; es decir, en estos banquetes se suprimían las distinciones de clases.

Todos los pueblos milenarios, encontraron puntos en el tiempo, que celebraban de acuerdo a sus calendarios ritualísticos. Era en esos puntos significativos cuando se realizaban los ritos, vivificando con ellos los mitos y trayendo al presente aquél tiempo perdido en que la tierra se regía por las leyes del cielo. Estos pueblos antiguos sacralizaron esos puntos y los representaron de forma física en templos y ciudades, construcciones que guardaban armonía con los puntos cardinales y con las estaciones, aspecto que la masonería tomo para construir sus templos.

Las distintas civilizaciones que han poblado nuestro planeta manifestaron durante su desarrollo un notable interés por los astros visibles en el firmamento. Esta atracción se convirtió en toda una “fiebre” cósmica, generalmente vinculada a cultos religiosos o labores agrícolas, y en muchos casos permitió a estas culturas alcanzar un alto grado de desarrollo económico y proto científico.
Nuestros astrónomos intentan desentrañar los secretos del Universo con la ayuda de potentísimos telescopios y avanzados satélites espaciales. Sin embargo, a efectos prácticos, nuestra civilización vive ajena a lo que ocurre en el firmamento. La llegada de la electricidad favoreció el “despegue” de una revolución tecnológica pero, a cambio, el desarrollo de las grandes urbes y la contaminación lumínica nos alejaron aún más del hermoso espectáculo que ofrece el cielo nocturno.

Un escenario radicalmente distinto al que vivieron la totalidad de las civilizaciones que se desarrollaron en la Antigüedad. Los pueblos neolíticos, los antiguos sumerios, egipcios, mayas, incas, chinos, hindúes… todas aquellas culturas mostraron un inusitado interés por el Cosmos. No en vano, sus creencias religiosas y el desarrollo de su cultura estuvieron, en muchos casos, irremediablemente unidos a los fenómenos astronómicos. Por este motivo no resulta extraño que los sacerdotes de aquellas civilizaciones fueran al mismo tiempo avezados astrónomos, y que sus templos y centros sagrados más importantes fueran erigidos teniendo en cuenta lo que ocurría en el firmamento. Gracias a aquellos complejos conocimientos astronómicos hoy podemos disfrutar de algunas de las construcciones más fascinantes de la Historia, en cuyos cimientos, orientación y dimensiones comenzamos a descubrir un sorprendente simbolismo cósmico.

LOS SUMRIOS Y LA ASTRONOMIA
  
El estudio del movimiento de los cuerpos celestes les ayudó a los sumerios a definir la eclíptica, que es el círculo aparente que traza el Sol sobre la esfera celeste durante su trayectoria anual, a partir del cual desarrollaron un calendario solar, que se dividía en dos estaciones: verano e invierno. El verano empezaba en el equinoccio de primavera y el invierno en el de otoño. El día de Año Nuevo, uno de los más importantes para esta civilización, tenía lugar en el equinoccio de primavera.


También crearon un calendario lunar, gracias al cual asignaron 12 meses al año, y para ajustar este calendario con el solar, añadían un mes extra cada cuatro años. Prestaron especial atención al estudio de la Luna, llegando incluso a predecir cuándo tendrían lugar los eclipses. Era tal su dominio de las matemáticas que asignaron 360° a la circunferencia y dividieron el día en 24 horas. Cada hora la dividieron en 60 minutos y cada minuto en 60 segundos.

Los primeros mapas celestes también corrieron a cargo del pueblo sumerio y bautizaron las estrellas más brillantes del firmamento. Pero además de esto, inventaron el Astrolabio (en griego “buscador de estrellas”) para poder determinar la posición de las estrellas sobre la bóveda celeste.
  
Es habitual creer que el origen de las constelaciones se lo debemos al saber griego, pero fueron en realidad los sumerios quienes dividieron la eclíptica en 12 partes y asignaron un símbolo a cada una de ellas, siendo estos luego adoptados por los griegos, y a través de ellos, llegaron hasta nuestros días.

LOS REGISTROS ASTRONÓMICOS SUMERIOS

Las tablillas Mul-Apin son la principal fuente de conocimiento astronómico mesopotámico que existe. Datan del periodo asirio, de alrededor del 687 a.C., aunque los cálculos de las salidas heliacas de varias constelaciones han hecho proponer a muchos investigadores una fecha de origen más cercana al 2,000 a.C.

Su nombre se debe a que la primera constelación que aparece es precisamente Mul-Apin, el “arado”. Todas las constelaciones llevan delante en caracteres cuneiformes el determinativo Mul, en sumerio “estrella”, para identificarlas como tales, aunque la lista también incluye planetas.

Las Mul-Apin incluyen, entre otras cosas un catálogo de estrellas:
- 33 estrellas de Enlil.
- 23 de An
-15 de Ea
- asterismos, constelaciones y planetas.

En las listas de Enlil y An se observan los siguientes planetas:

Nombre Sumerio
Nombre Acadio
Traducción
Mul-Sal-bat-a-nu
Salbatanu
Marte
Mul-Udu-idim-gu-ud
Sihtu
Mercurio
Mul-Sag-me-gar
Sag-me-gar
Júpiter
Mul-Dili-bat
Dilibat
Venus
Mul-Udu-idim-sag-ush
Kajamanu
Saturno

Por otra parte, este documento contiene una lista de las constelaciones zodiacales, lo que atestigua que el actual zodiaco tuvo su origen en Mesopotamia.
  
El zodiaco (del griego kyklos zoidion, el “círculo de animalitos”) que aparece en las tablas Mul-Apin tiene 17 constelaciones: Las Estrellas, El Toro Celeste de An, El Pastor Celeste, El Viejo, El Bastón o Báculo, Los Grandes Gemelos, El Cangrejo, El León, El Surdo de la Siembra o Espiga, La Balanza, El Escorpión, El Flechador, La Cabra - Pez, El Gigante, La Golondrina, La Dama del Cielo y El Jornalero.

Posteriormente, bajo el reinado del caldeo Nabucodonosor II de Babilonia (604-562 a.C.), estas constelaciones zodiacales se redujeron a 12 para igualar el número de constelaciones al de meses (entendiendo aquí mes como lunación), con lo que cada mes lleva asociada una constelación. Más adelante, en el siglo V a.C., hará su aparición un zodiaco ligeramente modificado respecto al anterior, sin Orión y el Cuadrado de Pegaso.

Por todo esto, y aunque no podamos explicarnos cómo es que los sumerios alcanzaron este nivel de entendimiento astronómico, ni con que finalidad (más allá de lo básico para sus cosechas), no cabe duda de que fueron ellos quienes sentaron las bases de la cultura clásica, y que luego, a través de los Babilonios, Egipcios y Griegos, sus herederos culturales, estos conocimientos llegaron hasta nosotros, no menos de 5,000 años después.

Diferentes culturas en diferentes partes del mundo tenían conocimiento de los solsticios y equinoccios para sus actividades agrícolas principalmente, la misma que asociaban a sus dioses o seres supra humanos, de quién dicen que les enseño luego de haber ocurrido el gran diluvio, que destruyo todo signo de vida y cultura anterior a este evento. Esta afirmación está escrita en tablillas de barro de los sumerios que luego fue copiado por los acadios y así llego hasta el Imperio Babilonio, por otra parte el Tanaj y la Biblia tomo estas tradiciones y lo hizo suyo adaptándolo a sus propia necesidad religiosa y administrativas. Todo este conocimiento que está en las culturas milenarias de la tierra lo dejaron simbolizado en las construcciones de las casas de sus dioses o mejor conocidos como templos, sea para guardarlos en forma simbólica o sea para realizar los cálculos y determinar su periodicidad a través del año. Así tenemos las siguientes construcciones:

STONEHENGE

Una de esas construcciones es el Stonehenge que está formado por grandes bloques de piedra metamórfica distribuidos en cuatro circunferencias concéntricas.
  
El exterior, de treinta metros de diámetro, está formado por grandes piedras rectangulares de arenisca que, originalmente, estaban coronadas por dinteles, también de piedra, quedando hoy en día sólo siete en su sitio. Dentro de esta hilera exterior se encuentra otro círculo de bloques más pequeños de arenisca azulada. Éste encierra una estructura con forma de herradura construida con piedras de arenisca del mismo color. En su interior permanece una losa de arenisca micácea conocida como «el Altar». La finalidad que tuvo la construcción de este gran monumento se ignora, pero se supone que se utilizaba como templo religioso, monumento funerario u observatorio astronómico que servía para predecir las estaciones.

En el solsticio de verano, el sol salía justo atravesando el eje de la construcción, lo que hace suponer que los constructores tenían conocimientos de astronomía.

ANGKOR

En Camboya se encuentra Angkor, en las densas y exuberantes selvas del norte de Camboya. Sin embargo, desde su nacimiento en el siglo IX hasta su “redescubrimiento” más de mil años después por el explorador francés Henri Mouhot, sus increíbles construcciones habían permanecido ocultas a los ojos occidentales.

La gigantesca ciudad –es la mayor urbe preindustrial del mundo, y llegó a tener una superficie de 3,000 kilómetros cuadrados– está salpicada por más de mil templos, lo que la convierte en uno de los enclaves sagrados de Asia.

Sus orígenes están ligados a la cultura del Imperio Jemer, y vivió una época esplendorosa hasta el siglo XV, cuando la capital se trasladó a Ponme Penh. Pese a la fascinante acumulación de edificios religiosos, entre el patrimonio de la urbe camboyana destaca especialmente el llamado templo de Angkor Wat.

Esta construcción data del siglo XII, y fue erigida por orden del rey Suryavarman II (1113-1150) en honor al dios hindú Vishnú. El llamativo templo posee una planta rectangular, y está separado del terreno circundante por un foso inundado.

Para acceder a su interior hay que pasar un puente en su lado oeste, que conduce a una calzada recta que lleva al visitante hasta la puerta principal. Básicamente, Angkor Wat está compuesto por tres terrazas, cada una más pequeña que la anterior y situada a mayor altura. En la parte central, la más elevada, destacan cinco torres, una central más alta y otras cuatro que la rodean.

Sin duda, la visión de este templo, enclavado en el paisaje camboyano, resulta espectacular. Sin embargo, sus secretos más fascinantes, relacionados con la astronomía, no son visibles a simple vista. En primer lugar, Angkor Wat es una evocación en la tierra del monte Meru, centro del universo y residencia de las divinidades según la mitología hindú. Un simbolismo cósmico que adquiere forma con las cinco torres del santuario, que evocan los cinco picos de la montaña sagrada.
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En 1976, varios científicos estadounidenses dieron a conocer, a través de las páginas de la publicación científica Science, unas conclusiones sorprendentes. Los sacerdotes-astrónomos camboyanos emplearon en la construcción del recinto una medida conocida como “codo camboyano”, cuya longitud equivale a 0,43545 metros. Tras examinar las dimensiones del templo, los investigadores descubrieron que los arqueólogos del templo habían codificado en ellas mensajes de sus calendarios. Así, si observamos los muros exteriores del recinto descubrimos que tienen una longitud de doce veces 365,24 codos. Es decir, la duración exacta del año solar. Igualmente, los ejes norte-sur y este-oeste del recinto interior donde se eleva la torre central arroja una cifra casi idéntica: 365,37 codos, un número que vuelve a aludir al ciclo solar anual.

Pero aún hay más. Si medimos la distancia existente entre distintos puntos que aparecen en el recorrido del eje este-oeste del edificio, encontramos varias cifras expresadas en codos: 1.728, 1.296, 864 y 432. Multiplicando por mil cada una de estas cifras, obtenemos exactamente la duración en años de los distintos periodos de tiempo de la mitología hindú: Krita Yuga, Treta Yuga, Dvapara Yuga y Kali Yuga.

El estudio publicado en  Science desvelaba la existencia de varias orientaciones astronómicas con ciertas partes del templo. Los investigadores registraron hasta un total de veintidós alineaciones, aunque destacan especialmente tres. En el equinoccio de primavera, un observador situado al comienzo del puente que conduce a Angkor Wat, observará con asombro que el Sol surge de madrugada justo sobre la torre central del conjunto. Tres días después, el fenómeno se repite si variamos unos metros nuestra posición. Curiosamente, la cultura temer celebraba el año nuevo en el equinoccio de primavera, y por espacio de tres días.

En esta misma entrada oeste encontramos otros alineamientos destacados. El día del solsticio de verano, el Sol se eleva para el observador justo sobre la colina sagrada de Phnom Bok, a unos 17 kilómetros de Angkor Wat. Por el contrario, en el solsticio de invierno, el fenómeno se produce en dirección sudeste, y en este caso el Sol nace justo en el cercano templo de Prasat Kuk Bangro.

ABU SIMBEL

El templo fue construido por Ramsés II para conmemorar su victoria en la batalla de Kadesh (1274 a. C.). Está dedicado al culto del propio Ramsés (los faraones se consideraban dioses) y de las grandes deidades del Antiguo Egipto, Amón, Ra y Ptah. Estos tres dioses fueron muy venerados a lo largo de la Historia del Antiguo Egipto. Ra era la cabeza de la Eneáda de Heliópolis, Amón la cabeza de la Tríada de Tebas y Ptah el gran dios artesano de Menfis. Al lado de los tres se representa a Ramsés como el cuarto gran dios de Egipto.
  
El templo mayor de Abu Simbel, excavado en la roca y con sus esculturas colosales custodiando el acceso al edificio, es hoy uno de los enclaves más visitados por los turistas ávidos de conocer el país de los faraones. Y es precisamente aquí, en este lugar sagrado erigido en la época de Ramsés II, donde encontramos uno de los ejemplos más llamativos y hermosos de edificios orientados astronómicamente.

Su particular ubicación ha permitido que, durante siglos, el sol obrara un curioso “milagro”. El 22 de octubre y el 22 de febrero –según algunos autores, dos días después de la fecha de aniversario de su llegada al poder y de su cumpleaños, respectivamente– los rayos del sol naciente atraviesan el umbral del templo, alcanzando e iluminando tres esculturas, correspondientes a Ra Harajti, Amon-Ra y el propio monarca divinizado. Una cuarta estatua, que representa al dios Ptah, permanece siempre a oscuras, seguramente porque en el panteón egipcio, este dios está vinculado con el inframundo. La importancia de este “milagro solar” obtenido mediante orientación astronómica es tal que, cuando en 1964 el edificio tuvo que trasladarse por las obras de la presa de Asuán, los ingenieros de la UNESCO que dirigían los trabajos escogieron una ubicación concreta en la que se repitiera el efecto lumínico. Esta es la razón de que actualmente el fenómeno se retrase dos días, pues en la época de su construcción tenía lugar el 20 de octubre y el 20 de febrero.

No es la única sorpresa que posee el templo mayor de Abu Simbel. A la derecha de las colosales estatuas sedentes que representan al faraón hay una capilla de reducidas dimensiones, dedicada a Ra Harajti. Este pequeño santuario también está orientado astronómicamente, en este caso a la salida del astro rey en el solsticio de invierno.

CHANKILLO PERU

Las ruinas de Chankillo, en el desierto de la costa norte peruana, y a unos 400 kilómetros de Lima, posee el honor de ser el observatorio solar más antiguo de América, pues sus orígenes se remontan al siglo IV a.C. Es decir es más antiguo que los imperios inca y maya.

En varios trabajos anteriores, decíamos que Chankillo está asociado al imperio religioso de Chavín, que había sometido a Caral y Sechín que son los vestigios más antiguos de ciudadelas de América del 3,000 a.C. Los chavín fueron gobernados por una casta sacerdotal de hombres de ciencia que desarrollaron tecnología para incrementar sus producciones y con ello dominaron en forma pacífica a diferentes pueblos de su entorno, llevando las bondades de su cultura a los Nazca y a través de ellos a los Tiahuanaco que por entonces solo era una etnia asentada en la orilla sur del Lago Titicaca. Zecharia Setchin plantea la teoría, que los sumerios llegaron a la costa norte del Perú antes que ninguna otra en América y de allí surgen las diversas construcciones piramidales de mastabas superpuestas como las de Caral, típica de la tecnología constructiva sumeria.
  
En la zona de ubicación de Chankillo, también se halla los vestigios más antiguos del dios de los báculos, que posteriormente será conocido como Wiracocha el dios creador del mundo y padre del Dios Sol (Inti) y Luna (Quilla).

Las construcciones de Chankillo, son una especie de fortificación elevada sobre una colina, cerrada mediante tres gruesos muros concéntricos de forma ovalada. En el interior del último muro destacan dos construcciones redondas y una rectangular. Por las características constructivas y el diseño, se trata de una fortificación militar. Hasta aquí su importancia es relativa, ya que por estar asociado a construcciones militares se consideraría como parte de un sistema de dominación y defensa.

Lo que verdaderamente hace interesante a Chankillo, se encuentra a un kilómetro de la fortaleza, en dirección Este. Allí, en lo alto de una loma de trescientos metros de longitud con una orientación norte-sur, destaca una hilera de trece “torres”, separadas entre sí por una distancia de unos cinco metros. A primera vista no se halla respuesta a la razón de estas construcciones y al uso práctico de ellas ya que se encuentra en una zona desértica.

Hasta hace algunos años, la atención de los arqueólogos e investigadores se había dirigido casi por completo a la fortaleza, sobre la que aún hay dudas respecto a su auténtica función de fortaleza militar. Pero en el año 2,007, un equipo internacional de arqueólogos de las universidades de Yale (EE UU) y Leicester (Reino Unido), descubrió que las “torres” de Chankillo tenían una importancia mucho mayor de lo que aparentaba a simple vista, se podría tratar de un observatorio astronómico para el estudio del movimiento del sol a través del año, con la finalidad de tener información precisa para sus actividades agrícolas de siembra y cosecha, ya que las costas del Océano Pacifico desde época inmemorial estaba afectado por el “Fenómeno del Niño”, que traía enorme escasez de alimento que diezmaba a las poblaciones y generaba el inicio y fin de algunas culturas cuando no se disponía de alimento suficiente.

Desde el siglo XIX, distintos autores habían sugerido un posible significado astronómico para aquellas estructuras, pero nadie elaboró una hipótesis de trabajo, ni se desarrollaron estudios más completos. Fue Ivan Ghezzi, un estudiante de la Universidad de Yale quien, en el 2,001, decidió profundizar en la cuestión mientras realizaba una tesis sobre construcciones bélicas de la región. Seis años más tarde, en el 2,007, su trabajo dio sus frutos con la publicación en la revista Science de sus conclusiones y las de sus colegas de investigación.

Tras realizar distintas mediciones, los arqueólogos descubrieron que las torres están orientadas en función de la salida y puesta de Sol en los solsticios y equinoccios que eran determinados con gran precisión. Tales alineamientos son visibles desde sendas estructuras ubicadas a ambos lados de la hilera de torres, y en las que se han encontrado restos de utensilios empleados en sacrificios a sus dioses tutelares.

Desde el punto de observación situado al oeste de las torres –el mejor conservado– era posible contemplar la salida del Sol en los solsticios, que coincidía con la primera torre en el caso del solsticio de verano, y con la última en el caso del solsticio de invierno. Desde el punto de observación ubicado al Este, por el contrario, era posible contemplar la puesta de Sol. Pero además, las trece torres tenían también otro cometido: registrar el movimiento solar a lo largo del año, de forma que cada diez días, el Sol surgía por un hueco distinto de los existentes entre las trece torres.

Esta información indubitablemente permitía estimar los solsticios y equinoccios con gran precisión, hace 200 ó 300 a.C., cuando la cultura Chavín que dominaba esa zona había colapsado y los Mochicas ya tenían esta era zona bajo su poderío.

Su antigüedad, hace de Chankillo el “observatorio solar más antiguo de América”.

CHICHEN ITZA

La ciudad maya de Chichen Itzá, en la península del Yucatán, fue construida en las primeras décadas del siglo VI d.C. Fue reconocida por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, su cerca de quince kilómetros cuadrados que están poblados con sorprendentes construcciones como El Caracol o el Templo de los guerreros. Los investigadores señalan que El Caracol, posiblemente es edificio destinado a las observaciones y cálculos astronómicos, ya que los mayas eran grandes astrónomos, pero no hay evidencia concluyente.

La pirámide de Kukulkán, bautizada por los conquistadores españoles como “El Castillo”, fue construido por los mayas en el siglo XII. Está compuesto por una estructura piramidal de nueve mastabas y cuenta con escalinatas en sus cuatro caras. Fue dedicada al dios Kukulkán, término maya que significa “serpiente emplumada”, una advocación que resulta evidente al observar las numerosas decoraciones que representan a este animal mítico. El templo maya esconde en su forma y dimensiones varias claves astronómicas. Los mayas desarrollaron un calendario solar de carácter agrícola, compuesto por dieciocho meses de veinte días cada uno. Esto daba un total de trescientos sesenta días, a los que se sumaban otros cinco, llamados uayeb, considerados nefastos.

Estudios a la pirámide, desvelan datos llamativos. Las cuatro escalinatas que ascienden hasta el templo superior están formadas por 91 escalones. Multiplicando esta cifra por las cuatro escalinatas, obtenemos 364 y si le sumamos la plataforma superior, el resultado es de 365, igual al número de días del calendario Haab.

De forma paralela, los mayas contaban con un segundo calendario de carácter sagrado, llamado Tzolkin, formado por trece meses de veinte días, que daban un total de 260 días. Este calendario sagrado se unía al Haab en una rueda calendárica. Esto daba lugar a unas combinaciones de ambos calendarios que se repetían cada 18,980 días (o 52 años).

En cada una de las fachadas de la pirámide, si sumamos los escalones que existen a ambos lados de la escalinata central, obtenemos el número dieciocho, una cifra que coincide con el número de meses del calendario Haab. Además, en el basamento de cada fachada hay veintiséis paneles con decoración en relieve. Una cifra que, sumada a los veintiséis paneles del lado contrario, arroja 52, el número de ciclos del calendario Haab en la rueda calendárica.

Aunque estas llamativas correspondencias numéricas resultan curiosas, hay otro elemento astronómico en la pirámide mucho más espectacular. En los equinoccios de primavera y otoño. En esos días, al atardecer, se produce un sorprendente fenómeno que revela importancia astronómica y simbólica del templo mexicano. Cuando esos días el Sol inicia su descenso, parte de las escalinatas del templo comienzan a proyectar un juego de sombras en el lado norte-nordeste. Dichas sombras adoptan la forma de una serpiente geométrica, que con el paso de las horas va descendiendo por la escalinata, como si el propio dios hiciera acto de presencia, hasta llegar a una cabeza de serpiente emplumada que existe en el arranque de la escalinata. El fenómeno tarda en completarse unas cinco horas, y permanece visible durante unos cuarenta y cinco minutos. El efecto visual fue utilizado por los mayas para incrementar su poder y reunían al pueblo en la explanada en los días de equinoccio y les decían que el dios Kukulcán (Serpiente Emplumada) bajaría a la tierra a determinada hora, y hablaría a través de ellos. Cuando los habitantes del Yucatán veían bajar la serpiente por la escalinata del Castillo, sin duda quedaban fascinados con grandes efectos sonoros, dada la gran acústica del lugar.

Esta simbología cósmico-religiosa se completa con otros fenómenos similares, que se producen en los solsticios. En el de verano, al amanecer, el Sol ilumina durante quince minutos los lados norte-nordeste y sur-sudeste, quedando los dos restantes sumidos en la oscuridad. En el solsticio de invierno, el fenómeno se repite, aunque en este caso al atardecer, y con las fachadas oeste-nordeste y sur-sudeste iluminadas y las contrarias en oscuridad.

SEGEDA

En el año 2003, los arqueólogos que trabajaba en las ruinas celtibérico de Segeda, en la comarca de Calatayud (Zaragoza), por casualidad descubrió una plataforma formada por dos muros de grandes dimensiones (10 y 16,6 metros de longitud) construidos por sillares de hasta 500 kilogramos de peso.

En un primer momento los expertos creyeron que se trataba de una construcción defensiva, pues se hallaba a las afueras de la ciudad, pero estudios posteriores parecían indicar que se trataba de otra cosa.

Descubrieron que el ángulo formado por los muros descubiertos señalaba claramente al cercano cerro de la Atalaya, pero también a la puesta de sol en el solsticio de verano hacia el año 200 a.C., probable fecha de la construcción. Para confirmar los datos arrojados por los ordenadores, el equipo se desplazó el 21 de junio de 2009 hasta el lugar, presenciando in situ el fenómeno. “Fue algo impresionante, un momento mágico”, dijeron.

Con aquellos datos, los científicos determinaron que el enclave podía considerarse “el primer santuario celtíbero identificado y vinculado con una ciudad”, lo que le daba mayor importancia si cabe. Con el paso de los meses y la continuación de los estudios, esta consideración no sólo se vio confirmada, sino ampliada. Durante el Congreso Internacional de Astronomía Cultural celebrado en Alejandría en octubre de 2009, presentaron los hallazgos realizados, destacando que el santuario de Segeda “es único en su género”.

“Queríamos confirmar lo que intuíamos, y es que habíamos encontrado algo de lo que no existe paralelo en la Antigüedad en el Mediterráneo”, explicó Francisco Burillo, catedrático de la Universidad de Zaragoza. “Aunque en la Antigüedad hubo construcciones dedicadas al solsticio y al equinoccio, no hay nada como lo que hemos encontrado”, añadió. Además de la alineación de la plataforma con el solsticio de verano, fecha en la que el sol se pone exactamente sobre el cercano cerro de La Atalaya, los arqueólogos han determinado también otras llamativas alineaciones astronómicas. Así, la piedra angular de la construcción está orientada de forma perfecta con la puesta de sol en los equinoccios, lo que se produce sobre otro cerro, el de Valdehornos –algo que pudieron comprobar también in situ en septiembre de 2009–, y el resto de los muros de la estructura señalan perfectamente al norte geográfico y a la llamada “Parada Mayor” o Ciclo Metónico de la Luna (que se produce cada 19 años), respectivamente.

Por todos estos motivos, Segeda constituye un “ejemplo único” de calendario lunisolar, utilizado además con fines religiosos. “Allí se construyó un calendario monumental, un espacio abierto de ritualización astronómica, especialmente con el Sol, lo que ratifica la importancia que éste tuvo en la cultura celtibérica”.

NEWGRANGE

El túmulo de Newgrange es una de las tumbas de tipo corredor más célebres y singulares que se conservan. Sus piedras han visto pasar, desde su construcción por los pobladores neolíticos de Irlanda, la friolera de 5.300 años. En realidad, no se trata más que de un dolmen –de gigantescas dimensiones, eso sí–, cubierto por un túmulo circular de tierra, rodeado en su parte inferior por piedras de cuarzo blanco que realzan su estampa.

El túmulo alcanza los cincuenta metros de diámetro, mientras que el corredor o pasillo que conduce desde la puerta hasta la zona de enterramiento –en forma de trébol–, se alarga por espacio de diecinueve metros. Su función era, por tanto, funeraria, aunque con unas características poco habituales.

En la fecha de su construcción, hace más de cinco milenios, y sólo durante el solsticio de invierno, tenía lugar un auténtico “milagro solar”. En el amanecer de esos días, los primeros rayos del Sol se abrían paso a través de un ventanuco existente en la puerta, atravesando limpiamente los diecinueve metros de corredor para terminar iluminando un muro de cierre, en el que está grabada una hermosa espiral triple. Un instante mágico y único, pues no volvía a repetirse hasta el año siguiente, siempre y cuando el clima lo permitiera.

Han pasado más de cinco mil años desde que erigieran Newgrange, y en ese tiempo el cambio de posición del eje terrestre ha provocado que el fenómeno ya no sea visible en la fecha de los solsticios. A cambio, en la actualidad los responsables que custodian el monumento megalítico han instalado un sistema eléctrico que reproduce artificialmente el “milagro del Sol”.

Hay muchas hipótesis para explicar la curiosa orientación astronómica del túmulo. Algunas sugieren que Newgrange fue utilizado como observatorio para determinar la fecha del solsticio de invierno, y de este modo elaborar el calendario. Sin embargo, este punto parece poco probable.

Si tenemos en cuenta la función de la construcción (tumba), y que el solsticio de invierno marca el momento del año en el que el Sol “renace” y se inicia un nuevo año, es muy probable que el fenómeno solar tuviera una función simbólica, relacionada con un mensaje de resurrección o de la vida en el más allá luego de la muerte. Esta posibilidad no es nada descabellada si tenemos en cuenta, que el único “capaz” de presenciar el milagro solar en primera persona era el difunto allí enterrado, a quien le llegaban los rayos solares directamente en la fecha del solsticio de invierno.

TORRE DE LOS VIENTOS

Uno de los edificios de planta octogonal más antiguos que se conservan es la llamada Torre de los vientos, una singular y bella edificación situada en el ágora romana de Atenas, justo a los pies de la Acrópolis.

Esta curiosa torre data de mediados del siglo I a.C., y fue construida por el arquitecto macedonio Andronikos de Khyrros. La torre, de unos 12 metros de altura y ocho de diámetro, está realizada en mármol pentélico, y en cada uno de los lados de su octógono —que están orientados a los puntos cardinales y los intermedios— aparecen representados, una a una, las divinidades griegas de los vientos: Bóreas, Apeliotes, Euro, Noto, Cecias, Lipso, Escirón y Céfiro.

Esta peculiar “rosa de los vientos” pétrea estaba coronada por una cúpula de madera, rematada con una pequeña escultura de bronce que cumplía las funciones de veleta y que señalaba en todo momento qué viento era el que estaba soplando. Casi todas las fuentes de la época lo citan como un horologion, un sofisticado artefacto destinado a medir el tiempo de distintos modos. Aún hoy pueden contemplarse en algunos de sus lados, y justo debajo de las representaciones de cada dios del viento, varillas metálicas y surcos grabados en el mármol que servían para calcular la hora y, también, la posición de los planetas. En el interior de la torre existía un complejo reloj de agua mediante el que era posible realizar los cálculos durante la noche y en los días nublados.

En esta torre hay ocho esculturas y cada una representa a un viento y a un punto cardinal:

N- Boreas. Viento frío y violento del norte y trae la azotadora brisa del invierno: Un anciano sopla una caracola para producir el ruido característico.
NE - Kaikias. Viento dañino del noreste: Hombre viejo con túnica y descalzo portando una cesta llena de granizo. El genio derrama el hielo acumulado en su escudo.
E - Apeliotis. Impetuoso viento del otoño que trae el trigo y los frutos: Joven acarreando frutos y trigo en su manto.
SE - Evros. Viento funesto del este que traía calor y lluvia: Un hombre maduro cubriéndose con una capa que soporta una vasija invertida derramando agua.
S - Notos. Viento caliente que traía tormentas al final del verano, que podía conllevar la pérdida de las cosechas: Joven vaciando una vasija para producir la lluvia.
SW - Lips. Muchacho alado empujando la proa de un barco dirigiéndola hacia el chorro de aire.
W - Zephiros. Joven con poca ropa repartiendo flores. Suave brisa fructificadora que anuncia la primavera.
NW - Skirion. Hombre barbudo con una vasija de bronce repartiendo brasas de carbón. Anuncia la llegada del invierno.

ISLA DE PASCUA 

En su idioma autóctono, la isla antes era conocida como Te pito o te henua, que significa “El ombligo de la Tierra” y Mata ki te rangi, “Ojos que miran al cielo”. La denominación de Rapa Nui se hizo posteriormente extensiva en otros idiomas para denominar al pueblo aborigen y a su idioma, pero como una única palabra, “rapanui”.

Las enigmáticas estatuas pétreas de la isla de Pascua podrían estar erigidas siguiendo una llamativa alineación astronómica. Esa es la conclusión a la que han llegado, tras un estudio preliminar, el antropólogo chileno Edmundo Edwards y el astrónomo español Juan Antonio Belmonte, uno de los mayores expertos mundiales en arqueoastronomía.

Los dos investigadores estudiaron la disposición de treinta ahus –plataformas sobre las que se colocaban los moais– y llegaron a la conclusión de que, pese a lo que se creía hasta ahora, las estatuas no están orientadas a la salida o la puesta de sol durante solsticios o equinoccios (salvo excepciones), sino que más bien podrían estar “mirando” a estrellas de las Pleyades o a la constelación de Orión, conjuntos estelares que tuvieron gran importancia para los antiguos pobladores de Rapa Nui.

Precisamente, la investigación surgió a raíz de que Edwards escucho a los más ancianos de la isla curiosas historias sobre el cinturón de Orión, llamado tautoru, “los tres bellos” y las Pléyades llamadas matoriki o “pequeños ojos”. Según las antiguas creencias de la isla, el principio del año estaba marcado por la “salida” de las Pléyades antes del amanecer durante el solsticio de invierno, mientras que su visión en el atardecer durante la estación de Hora Nui coincidía con la temporada de pesca, una época en la que también se celebraban importantes rituales a los antepasados (representados por los moais).

Además, los investigadores destacaron la existencia de dos curiosas piedras en un rincón de la isla. Una de ellas es conocida como “piedra para observar las estrellas”, mientras que la otra parece representar un mapa estelar, que aludiría a las Pléyades en relación con la temporada de pesca. Pese a todo, el astrónomo español señaló que puesto que hay más de un centenar de ahus en la isla, sería necesario un completo estudio de todos ellos para confirmar sus hallazgos preliminares.

PETRA

Ubicada al sur de los actuales territorios de Palestina y Siria, la cultura nabatea –que vivió su mayor desarrollo entre los siglos III a.C. y II d.C.– no goza hoy de la popularidad de otras civilizaciones mediterráneas de la Antigüedad. Y, sin embargo, este pueblo nos legó una de las más hermosas construcciones realizadas jamás por la mano del hombre: la ciudad de Petra, capital del reino nabateo.

Sus templos y monumentos excavados en la roca, en muchos casos semiocultos por los desfiladeros, alcanzaron gran popularidad tras su aparición en una de las películas sobre las aventuras de Indiana Jones. Sin embargo, pocos visitantes conocen las complejas claves astronómicas que se esconden en este recóndito enclave del desierto jordano.

Al igual que en la Antigüedad, el primer edificio de importancia que recibe hoy al visitante es “El Tesoro” o Al Jazna. Se trata de un monumento excavado en la roca rosácea, todavía se discute si fue la tumba del rey Aretas IV (9 a.C.-40 d.C.), un templo dedicado a Isis-Al Uzza (una divinidad nabatea identificada con el planeta Venus), o ambas cosas a un mismo tiempo. Los estudios realizados, revelan que el edificio está orientado en dirección al desfiladero de As Siq, y desde su fachada era posible observar una porción celeste donde se producía la salida más septentrional de la Luna o el planeta Venus.

Continuando el paso en dirección hacia el centro de la ciudad, se encuentran las tumbas reales talladas en la cara oeste de la montaña Yebal al Jubza. Lo más curioso en términos astronómicos es que dichas tumbas están orientadas de tal forma que desde su ubicación es posible contemplar directamente la puesta de Sol en los equinoccios. Estas fechas tenían gran importancia para los nabateos, pues el tiempo que coincidía con la primera Luna posterior a los equinoccios estaba relacionado con el culto a los muertos, que parece encajar con la orientación de las tumbas reales.

Otro de los elementos arqueo astronómicos de la ciudad se encuentra cerca de las tumbas reales. Se trata de dos obeliscos de unos seis metros de altura, dedicados a las divinidades Dushara y Al Uzza, que tienen la peculiaridad de estar orientados en función de los equinoccios. Por esta circunstancia, al amanecer y al atardecer de estas fechas del año, la sombra proyectada por uno de ellos se superpone sobre el otro. El significado de este espectáculo de luz y sombra,  es todavía desconocido.

Las claves astronómicas de Petra se completan con el llamado “Templo de los Leones”, dedicado a la diosa Al-Uzza. Fue construido en el siglo I d.C., y su orientación parece estar relacionada con la puesta de la estrella Canopo, un astro que gozó de gran importancia entre los pueblos árabes preislámicos. Finalmente, el “Castillo de la Princesa” o Ksar Al Bint, estaría orientado, a falta de estudios más detallados, a una de las estrellas de la constelación de la Osa Mayor.

Pero, ¿quién era Al-Uzza? Al-Uzza (“El más poderoso”) es una diosa pre-islámica, es la más joven en la tríada de diosas con Menat (“Tiempo”, la muerte o el destino de la diosa, a veces - creo que erróneamente - llamada la diosa de la luna llena, ya que la luna en Arabia era masculino) y Al Lat (cuyo nombre significa “La Diosa”, como Al Lah significa “El Dios”). Sobrevivieron (un poco), incluso con el Islam, en el Corán se les llama las tres hijas de Alá. El trío fue adorado como piedras anicónicas sin cortar, y los “ídolos” de Al-Uzza y Al Lat fueron dos de las trescientas estatuas paganas en la Kaaba que fueron destruidos por Mahoma. Ella es diosa estrella, asociada con el planeta Venus, y fue honrado por el koreishitas (a propósito de la tribu de Mahoma) como una de sus diosas más altos. Ella tenía fama de aceptar sacrificios humanos, sin embargo esta afirmación que proviene de fuentes islámicas, probablemente no es imparcial al escribir sobre las “formas de barbarie” de los dioses de la competencia.

Originalmente de la cultura del reino de Saba en el sur de Arabia, actual Yemen, la adoración de Al-Uzza se extendió por toda Arabia. Ella tenía un santuario en un valle en la carretera de La Meca, que comprende tres árboles de acacia en el que se decía que descendía. Algunos eruditos creen Incluso puede haber sido la deidad patrona de La Meca.

Los griegos la conectaba con su Ourania (“La Celestial”, un epíteto de Afrodita, así como el nombre de una musa) y con Caelistis, una luna Diosa y el nombre romano de la cartaginesa Tanit. Al-Uzza también a veces se identifica con Isis. Otras fuentes vinculan a ella con Minerva o Atenea, que podría hacerla un diosa guerrera virgen. Herodoto dice que la diosa suprema de los árabes era Ourania, quien dice que se llamó Alilat (es decir, Al Lat), y de hecho Al-Uzza fue confundido con Al Lat, llevando a algunos investigadores a preguntarse si Al Lat y Al-Uzza son diferentes nombres regionales para la misma diosa.

Al-Uzza ha sido llamada la Señora del Cielo. Ella parece haber sido el primer ministro de la diosa adorada en su ciudad capital, la famoso Petra, situada en la actual Jordania. Petra era una parada importante en los caminos de especias y era una ciudad muy rica. Las tumbas o templos allí están talladas en la roca viva, y la forma principal en la ciudad es a través de una forma de túnel espectacular estrecho desfiladero, casi una milla de largo, que de repente se abre a la ciudad. En los últimos años se hizo muy popular Petra, porque fue utilizado como uno de los lugares de la película “Indiana Jones y la última cruzada”.

Al-Uzza es la diosa que protege a los buques en viajes oceánicos. Aunque Arabia es una tierra de desiertos y nómadas, los nabateos hacían viajes oceánicos de comercio. En este aspecto Ella es simbolizada por el delfín, cuya costumbre es nadar junto a las naves como guardianes y protectores. Los felinos también son consagrados a ella, y el Templo de los Leones Alados en Petra bien puede ser el suyo. Al-Uzza representa la confianza, la vigilancia y la preparación. Ella es protectora, y un fuerte aliado en la batalla.

En una representación de Al-Uzza, se encontró signos zodiacales alrededor de su cabeza generando atención El zodiaco nabateo es diferente al romano de esa época. El zodiaco encontrado en Khirbet Tannur comienza hacia la izquierda con (1) Aries, (2) Tauro, (3) Géminis, (4) Cáncer, (5) Leo, y (6) Virgo. Entonces hay una ruptura por el jefe Niké (victorioso). Esto es como la versión romana. Siguiendo el orden tradicional, cabría esperar (7) Libra de ser el siguiente en la progresión hacia la izquierda. Pero esto no es así, este espacio está ocupado por (12) Piscis. El nabateo Libra aparece en la parte superior, al lado de Aries. Esto comienza una progresión hacia la derecha alrededor lado opuesto del círculo zodiacal (izquierda); comenzando las agujas del reloj a partir de (7) Libra en la parte superior, la progresión sigue con el fin de (7) a (12) para terminar en el lado izquierdo de la cabeza de la cariátide Niké.

La versión romana sigue el orden tradicional conocido hoy. Comenzando en la parte superior a la izquierda y venir, el zodíaco romana es la siguiente: (1) Aries, (2) Tauro, (3) Géminis, (4) Cáncer, (5) Leo, y (6) Virgo. Entonces hay una ruptura en la parte inferior después de que la sucesión se reanuda con (7) Libra, (8) Escorpio, (9) Sagitario, (10) Capricornio, (11) Acuario, y finalmente (12) Piscis.

Uno de los símbolos del zodíaco nabateo retrata a Allat, la diosa femenina de la fertilidad. Ella está armado con una lanza o una espada que puede sido visto ligeramente por encima de su hombro izquierdo. También puede haber llevado una diadema. Un antiguo festival fue celebrado por los nabateos y sus vecinos nómadas cuando el nacimiento de corderos marcaba la temporada de primavera. Era un momento en que el pastoreo era bueno y que la tierra era verde de las lluvias de primavera.

El Sagitario nabateo se representa como el busto de un joven jovial. Este joven, probablemente, tiene un parecido a nabateo representaciones de Al Kutbay, el dios de aprendizaje y el comercio. Una lanza o muy ampliada flecha sobresale por encima de la parte superior de su brazo izquierdo. Capricornio se muestra en el panel nabateo como el busto dañado de una figura humana, en lugar de los peces romana tradicional / cabra que era común en todo el Imperio Romano. Por lo tanto, el zodíaco nabateo encontrado en Khirbet Tannur es extraordinario en sus dos mitades opuestas y completamente separados. Algunos arqueólogos creen que esto denota la existencia de dos celebraciones de Año Nuevo, una en primavera y otra en otoño, y esto podría ayudar a explicar por qué había dos grandes festivales en Petra cada año.

KORICANCHA

La ciudad de Cuzco, capital del antiguo Imperio Inca, fue desde su fundación una urbe sagrada. Según las tradiciones, el propio término de “Cusco” significaría “centro” en lengua quechua, y en ella confluirían los tres niveles cósmicos: el mundo inferior, el mundo visible o terrenal y el mundo superior.
Gracias a los trabajos realizados en los últimos años por investigadores, se ha podido conocer que los antiguos incas diseñaron la ciudad en función de ciertas “líneas sagradas” llamadas ceques. Estas líneas, que llegan hasta un total de cuarenta y dos, confluían en un punto central donde, curiosamente, los incas construyeron el Koricancha o Templo del Sol.

En la conquista española, tomaron como cimiento el Koricancha y sobre ella construyeron el templo cristiano, con el nombre de convento de Santo Domingo, que persiste hasta ahora. Los ceques, además de confluir en Koricancha se conectaban también con otros puntos de la geografía local, que eran considerados lugares sagrados por los antiguos habitantes de Cuzco. Muchos de estos ceques, curiosamente contarían además con otra peculiaridad, pues estarían orientados a la salida del Sol en los solsticios de verano o invierno.

Esta peculiar mezcla que elaboraba un paisaje sagrado con orientación astronómica, se completaba con la recreación en la disposición urbanística de la ciudad, con una “constelación” con forma de puma, que los astrónomos incas habían visto en una parte de la Vía Láctea, porción del firmamento que tenía una gran importancia para los antiguos incas, que hacían estudios muy detallados desde la época de Chavín (1500 a.C.).

Por otra parte también hay una conexión entre el KORICANCHA (actual Convento de Santo Domingo) y SACSAYHUAMAN, construcción ciclópea ubicada en uno de los cerros colindantes al Cuzco.

Investigadores y arqueólogos de los siglos XIX y XX señalan que los dos templos solares mencionados estuvieron comunicados a través de un túnel (chinkana en quechua) de 1,5 kilómetros de longitud, que parte desde el Koricancha atravesando toda la ciudad del Cusco, y uniendo como un cordón umbilical en todo su trayecto los palacios más importantes de los soberanos incas, finalizando su recorrido en los laberintos subterráneos de la ciudadela de Sacsayhuaman mencionados por Garcilaso de la Vega en sus Comentarios Reales, en su interior los incas ocultaron piezas sagradas y otros metales preciosos que se preservaban en el Koricancha y que constituían el aspecto fundamental de la religión del Tahuantisuyo.

Hasta hace poco no se había documentado ni investigado científicamente la existencia de estas estructuras, debido a que la Orden de Santo Domingo (propietaria de los terrenos del templo solar Koricancha) no había permitido realizar excavaciones extensivas dentro de su propiedad.

Gracias al acuerdo suscrito entre el INSTITUTO NACIONAL DE CULTURA (INC), la ORDEN DE LOS DOMINICOS de Santo Domingo y la sociedad BOHIC RUZ EXPLORER, se efectuaron exhaustivas investigaciones en el subsuelo del Koricancha mediante la aplicación de sistemas de teledetección Georadar (Ground Penetrating Radar) y excavaciones sistemáticas bajo el actual piso de la iglesia que correspondía al recinto principal del antiguo TEMPLO DEL SOL DE LOS INCAS.

Asimismo por acuerdo con el INSTITUTO NACIONAL DE CULTURA DEL CUSCO se facilitó las excavaciones en el área de Sacsayhuaman, en el sector de la CHINKANA GRANDE, donde supuestamente existían las entradas al complejo sistema de túneles incaicos.

Los resultados obtenidos de todos estos trabajos permitieron ubicar la existencia de esas estructuras subterráneas y desentrañar el MISTERIO DE LOS TUNELES.

1) Murallas de Sacsayhuaman: En su subsuelo existe un laberinto de cámaras y túneles mencionados por Garcilaso de la Vega que enlazan con la Chinkana Grande (eje principal).
2) Colcampata: Residencia atribuida a Manco Capac, situada en la parte baja de Sacsayhuaman. En su lugar se edificó la iglesia de San Cristóbal. La fundación de su ermita y la elección de su Santo Patrón San Cristóbal data de 1545, mandada a construir por el Inca Cristóbal Paullu (1518-1549) en honor a su hijo Carlos Inca, uno de los más evidentes conocedores del túnel.
3) Cora Cora: Antiguo palacio de Sinchi Roca; actualmente corresponde al área ocupada por el portal Harinas de la Plaza de Armas.
4) Quishuarcancha: El Inca Wiracocha estableció su residencia en el Surtur Wasi, en lo que hoy es las calles del Triunfo, del Almirante, Palacio y Plazoleta de las Nazarenas. En su lugar se encuentra la Catedral y las iglesias anexas de Jesús María y El Triunfo.
5) Acllahuasi: Edificio donde estaban aisladas las escogidas o Aqllas del Sol, eran cientos de mujeres jóvenes, bellas y vírgenes que los pueblos sometidos entregaban al Inca como una especie de tributo. Estas Aqllas eran enclaustradas desde muy pequeñas y eran dedicadas a servir distintos fines. Unas estaban destinadas a cumplir labores de fe, el culto del sol, otras a acrecentar el fuego sagrado o a atender al Inca y a nobles. Hay que destacar que existía una prohibición férrea, y es que nadie podía ingresar a este templo. Dentro del Templo existía una entrada que comunicaba con el túnel o chinkana. En su lugar se edifico el actual Convento de Santa Catalina.
6) Hatun Cancha: Fue palacio de Túpac Inca Yupanqui (10º inca); actualmente corresponde al área ocupada por el portal Belén y edificaciones vecinas a la Calle del Triunfo.
7) Puca Marca: Palacio de Amaru Inca Yupanqui
8) Koricancha: El Templo del Sol de los Incas. El templo más importante del incanato ubicado en el Cusco bajo (Urin – Cusco). Bajo sus cimientos se encuentra la entrada principal al túnel. En su lugar los padres dominicos edificaron la Iglesia y Convento de Santo Domingo.

Por otra parte hace ya algunos años se determinó que los templos más importantes de Los Andes de América del Sur estaban alineados  en lo que denominaron “La Ruta de Wiracocha”.

Estas investigaciones fueron emprendidas por María Scholten d´Ebneth, resumidos en su libro “La Ruta de Wiracocha”, donde demostró que la línea de 45º sobre la que se ubicó Machu Picchu encaja con una rejilla patrón a lo largo de los lados de un cuadrado, inclinado 45 grados, (de manera que las esquinas, y no los lados, señalan hacia los puntos cardinales).

María confesó que, para buscar esta antigua rejilla, se había inspirado en el libro “Relación de Antigüedades deste Reyno de Perú” del cronista indígena Juan de Santa Cruz Pachacutic Yamqui Salcamayhua (1613). Después de relatar la leyenda de las “Tres Ventanas”, éste dibujó un esbozo para ilustrar la narración, y le dio a cada ventana un nombre: Tampu-Tocco, Maras-Tocco y Sutic Tocco.

María Scholten se dio cuenta de que se trataba de nombres de lugares. Cuando aplicó el cuadrado inclinado a un mapa de la región Cusco-Urubamba, con su esquina noroccidental en Machu Picchu (alias Tampu-Tocco), descubrió que el resto de los lugares caía en las posiciones correctas.

Trazó las líneas que demostraban que una línea recta de 45º que partiera de Tiahuanaco, combinada con cuadros y círculos de medidas concretas, abarcaba a todos los antiguos lugares clave entre Tiahuanaco, Cusco y Quito, en Ecuador, mencionados en los mitos de Wiracocha en su viaje por la cordillera andina.

El mito de Wiracocha fue recogido por los cronistas españoles de la conquista en los territorios de la meseta del Collao, donde se ubica el Lago Titicaca (actual frontera del Perú y Bolivia), que dice que Wiracocha luego del diluvio (uno pachacuti en quechua) se afinco en el Lago Titicaca, de donde partió para repoblar el mundo andino con nuevos hombres, y en su ruta fue sacando  del suelo, hombres y pueblos con vestimentas y costumbres diferentes. Luego de concluido su tarea de repoblar partió hacia el horizonte en las costas del actual territorio de Ecuador, adentrándose en el Océano Pacifico.

Para María Scholten, es otro de sus descubrimientos., los sub-ángulos que había calculado entre la línea central de 45º y los lugares ubicados a partir de ella, como el templo de Pachacamac (ángulo 28º 57´), le indicaron que la inclinación (oblicuidad) de la Tierra en el momento en que se trazó la rejilla estaba cerca de los 24º 08´, lo que significaba que la rejilla se diseñó (según ella) 5.125 años antes de que se tomaran las medidas en 1953.

El Cuzco o Qosqo, la ciudad sagrada de los Incas, símbolo del Tahuantinsuyo que representaba el centro y origen del Universo, el eje de la tierra andina no solo estaba vinculada al Koricancha y Sacsayhuaman, sino que toda la ciudad del Cuzco respondía a un diseño especial.

La elección de su emplazamiento y el plan sobre el que se construyó, estuvieron sometidos a estrictas reglas de la “arquitectura y ciencia sagrada antigua”. El plan de la ciudad denota observaciones celestes: los ríos que flanquean el centro de la ciudad se encauzaron por canales artificiales que emulan la sinuosa Vía Láctea; los doce barrios en que aparece estar dividida la ciudad responden a la división de la bóveda celeste en las doce casas del zodíaco. Su división en cuatro partes simbolizan los cuatro extremos de la Tierra o Tahuantisuyo (Chinchaysuyo, Collasuyo, Antisuyo y Contisuyo). 

Cusco tiene la forma de un puma recostado sobre el lecho seco del lago Inkill. Su cabeza esta constituida por la ciudadela solar de Sacsayhuaman, su lomo es recorrido por el río Tullumayo y su cola termina en una calle que aún conserva el nombre de Pumag Chupan, que significa “cola del puma”.

Pero el Koricancha guarda mayores secretos aún. Trabajos de arqueoastronomía en el TAMBOR SOLAR del Koricancha, aplicando las técnicas que usó Lockyer en Egipto, calculó que, si los restos arqueológicos aparecían orientados con una inclinación de 24º debido a la oblicuidad de la eclíptica (nutación), eso significaba que la construcción databa, como mínimo, de hace 4000 años.

En las mediciones efectuadas en el Templo del Sol de los Incas (Koricancha) se sugirió que el Templo se construyó de tal forma que los rayos del Sol darían directamente en el sancta sanctorum (tambor solar) en el amanecer del día del solsticio de invierno (21 de diciembre). Se llegó a esta conclusión, debido a que las perfectas construcciones de los sillares del TAMBOR SOLAR estaban orientados para la era del 4000 al 2000 a.C., y eran tan antiguas como las construcciones megalíticas poligonales.

En términos de historia ortodoxa, esta afirmación constituye una herejía de audaces proporciones. No obstante, muchos estamos convencidos, que algunas partes de estos yacimientos son miles de años más antiguos que la fecha propuesta por los historiadores y arqueólogos ortodoxos. Expertos en distintas disciplinas que han investigado Sacsayhuaman, Koricancha y Machu Picchu, que discrepan de la antigüedad de estos monumentos. 

Una vez más se confirmarán los polémicos escritos de Fernando Montesinos y su cronología, que nos dice que, el cuadragésimo monarca del Imperio Antiguo fundó una academia para el estudio de la astronomía y la astrología, y determinó los equinoccios. El hecho de que se le diera el título de Pachacutec indica que el calendario estaba, en aquella época, poco sincronizado con los fenómenos celestes, por lo que su reforma se hizo imperativa. 

Es ésta una información de lo más interesante y que no se ha querido tener en cuenta. Según Montesinos, en el quinto año del reinado de este monarca se llegó a los 2.500 años desde el Punto Cero, y a los 2.000 años desde el comienzo del Imperio Antiguo.

¿Así pues, que motivó esta reforma en el calendario? Hay una explicación: Este lapso de tiempo de 2.000 años, es paralelo al lapso de tiempo de los cambios zodiacales debidos a la precesión de los equinoccios.

Los incas, en su afán de conquista y expansión, estudiaron el medio geográfico en coordinación directa con el universo, Hanan Pacha, para conocer la incidencia de luz sobre el planeta Tierra, estableciendo por primera vez en la historia de la humanidad la línea ecuatorial, “todo a partir de la proyección de la luz solar sobre los trópicos; cuando ésta incide con dirección al sur, el Sol se detiene en el Trópico de Cáncer; pero cuando es hacia el norte, el astro rey se detiene en el Trópico de Capricornio”.

En el Koricancha hay relojes solares, los mismos que trabajan a perfección milimétrica, donde determinaban el paso del tiempo cósmico. Hay dos importantes relojes solares, uno en la zona del tambor solar y otra en los muros de este templo que dan hacia la calle Awaqpinta, donde podemos ver las incidencias de luz solar tanto para los solsticios como para los equinoccios.

De esta manera los incas llegaron a la conclusión de que si hay un movimiento de luz y sombra en la Tierra, hay también un gran movimiento en el espacio superior, Hanan Pacha, en donde se mueven a gran velocidad el Sol, la Luna, las estrellas y la misma Vía Lactea. “Los incas determinaron el paso del tiempo a partir de la observación de la incidencia de la proyección de luz y sombras, y para registrar esto utilizaron los kipus, donde con las amarras determinaron los tiempos de lluvia, cosecha y sequías”.

Los incas podían interpretar el paso del tiempo cósmico y así fijaron las fiestas para el imperio, ya sea el gran Inti Raymi, cuando en el 21 de junio los rayos del sol se inclinan hacia el hemisferio sur del planeta Tierra; o cuando, pasados 6 meses, estos rayos solares se alinean con el Polo Norte y entonces su máximo punto de angulación es el día 22 de diciembre, a lo que se le llama solsticio de verano para el hemisferio sur, donde los hijos del Cusco festejaban el Capac Raymi.

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Cuadro de texto: Edición de la Revista 
Dialogo Entre Masones
@Tres puntos editores
http://dialogo-entre-masones.blogspot.com/

Herbert Oré Belsuzarri: Nació en Casapalca, estudió la secundaria en la GUESI de Huancayo y se graduó de Ingeniero en la UNCP. Es M:.M:. de la P:.F:.C:.B:.L:.R:.L:.S:. Fenix 137-1 de la Gran Logia Constitucional del Perú. Grado 14° del Supremo Consejo Hispano Confederado del Grado 33° para la República del Perú, IPH Patriarca Gran Conservador del Gran Orden Egipcio del Rito Antiguo y Primitivo de Memphis y Misraim 33°, V:.M:. RLS Fenix 137-1, Director de la Revista Internacional "Dialogo Entre Masones". Tiene publicado en SCRIBD, ISSUU, lulu.com, books.google.com y Retales de Masonería, varios libros y artículos.



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